Giulia Adinolfi Sellitti, nacida el 27 de agosto de 1930, creció en el seno de una familia con fuertes vínculos afectivos, en el contexto de la época fascista y la segunda guerra mundial en Nápoles. Ya en la universidad, Giulia se relacionó con una generación de intelectuales y de jóvenes napolitanos que se había comprometido con la resistencia partisana y que, en el ámbito cultural y político, se movía en la órbita de Partito Comunista Italiano (PCI). Ella misma se afilió muy joven, a los 15 años, a este partido. También muy joven, con 21 años, empezó a trabajar como maestra en Sant’Arcangelo sul Trasimeno (Magione) donde estuvo en contacto con el mundo del campesinado pobre. En 1955 obtuvo la plaza definitiva en la enseñanza primaria italiana en Somma Vesuviana, frazione Alaia, municipio cercano a Nápoles.
Mientras trabajaba como maestra rural, estudió filología hispánica y se licenció con una tesis sobre La Celestina. Pronto se vinculó como investigadora al Istituto Italiano per gli Studi Storici (IISS), fundado por Benedetto Croce. En el terreno de los estudios hispanísticos, tuvo como mentor a Salvatore Battaglia, director de la revista Filologia Romanza, en la que Giulia Adinolfi publicó dos artículos: “La Celestina e la sua unità di composizione” (1954) y “Le Cartas Marruecas di José Cadalso e la cultura spagnola della seconda metà del settecento” (1956).
Giulia viajó a España en 1954, para realizar un curso de perfeccionamiento de la lengua en la Universidad de Santander. Dos años después regresó, esta vez a Barcelona, becada por el IISS. Fue entonces cuando conoció a Manuel Sacristán con quien compartía el amor por el estudio, por el arte y la cultura, una sensibilidad humanista y un compromiso político y moral comunista. Giulia Adinolfi y Manuel Sacristán se casaron el 27 de agosto de 1957 en Nápoles y escogieron como lugar de residencia Barcelona. En esta elección fue decisivo que los dos considerasen prioritaria la lucha contra el franquismo.
La decisión comportaba renuncias y una forma de vida nada fácil, a pesar de lo cual Giulia aspiraba a tener una vida plena, sin escisiones entre todas las dimensiones del vivir. Ella estaba convencida de que vivir con plenitud no podía ser una solución individual, un logro en solitario. Por este motivo su compromiso político y moral consistía en trabajar para conseguir unas condiciones colectivas –entre las cuales la central era la desaparición de la explotación del trabajo– que hicieran posible el vivir con sentido y plenitud para todos. Este era el núcleo central de su comunismo.
La vida de Giulia en Barcelona, a partir de septiembre de 1957, tuvo momentos difíciles relacionados con la actividad clandestina y la represión de la dictadura franquista que tenían consecuencias de todo tipo para la pareja: precariedad laboral, detenciones, registros domiciliarios, negación del pasaporte a Manuel Sacristán, tensión y estrés. También tuvo momentos muy felices, entre otros: el nacimiento de Vera (1958), compartir con Manuel Sacristán la vida de pareja y la crianza de su hija, la realización profesional en la enseñanza, los veranos en Puigcerdà donde recibían a la familia y a las amistades.
Entre las amistades de Giulia destaca la que mantuvo con Rosa Rossi a lo largo de su vida. Amigas desde la época en que fueron investigadoras en el IISS de Nápoles, su relación de intercambio continuado acerca del sentido de todo lo que ellas vivían les permitió compartir su pasión por intervenir en el mundo y por vivir con plenitud. Rosa Rossi, nacida en Canosa di Puglia en 1928, había estudiado filología clásica, especializándose en latín y griego, en Nápoles. Fue su relación con Giulia la que suscitó su interés por conocer España y su literatura, de modo que devino hispanista. Trabajó como profesora de literatura española en la Università de Catania, en la Università degli Studi di Bari, en la Università degli Studi di Roma «La Sapienza» y, finalmente, fue catedrática de Lengua y Literatura Española en la Università degli Studi Roma Tre. La tarea investigadora de Rosa Rossi abarcó la literatura española bajo el franquismo y también figuras como Teresa de Ávila, Juan de la Cruz y Miguel de Cervantes. La amistad entre Giulia y Rosa sostuvo el deseo de estudio y la creación de pensamiento original que ambas compartían.
La actividad política de Giulia Adinolfi en Barcelona empezó con la creación del Movimiento de Mujeres Democráticas durante los años sesenta del siglo XX. Relacionado con esta experiencia, Giulia escribió el artículo “Per un plantejament democràtic de la lluita de les dones”, publicado en la revista clandestina Nous Horitzons en 1967, texto que fue durante años un referente de debate para el movimiento de mujeres. En aquel mismo año y hasta 1971, Giulia formó parte del comité de redacción de Nous Horitzons junto con Josep Fontana, Josep Termes, Xavier Folch, Josep Ferrer, Francesc Vallverdú y Manuel Sacristán, que era el director de la publicación.
Giulia Adinolfi ejerció la docencia trabajando en todos sus niveles: maestra de primaria en Italia y en la Scuola italiana di Barcellona a su llegada a esta ciudad; profesora de bachillerato a partir de 1968 en la escuela Aula y, finalmente, docente de literatura española en la Universidad Autónoma de Barcelona desde 1972 hasta su muerte. Como profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona, Giulia participó en la lucha del profesorado no numerario y fue fundadora del sindicato de CCOO de la enseñanza.
Su labor como investigadora, durante los años que vivió en Barcelona, se centró en el estudio de la obra de Antonio de Capmany, Filosofía de la elocuencia, dando continuidad a los estudios sobre los ilustrados que había realizado con anterioridad. En 1975, sin embargo, renunció a redactar una tesis doctoral sobre este autor. Dos años después, a propuesta de su amiga Rosa Rossi y junto con ella, inició el estudio del proceso de la Inquisición española a María de Cazalla (1532-1534). Este estudio compartido con Rosa sobre una figura femenina del siglo XVI planteó retos de gran interés para ambas. A propósito de él, como siempre habían hecho, intercambiaron lecturas y reflexiones conectando las aportaciones de la crítica feminista con el mundo de la investigación histórica. Al mismo tiempo, señalaron la importancia para el movimiento feminista de enfrentarse críticamente a la propia tradición y de conocer la propia historia.
Durante el último año de su vida, Giulia Adinolfi formó parte del colectivo de la revista mientras tanto de la cual había sido inspiradora y fundadora. En esta revista publicó sus últimos textos como una contribución a la renovación –desde la experiencia de las mujeres y el feminismo– de la perspectiva de la transformación social que la revista propugnaba. De nuevo, sus textos se convirtieron en un referente de debate para el movimiento feminista.
Quienes la conocieron recuerdan su entereza y su profundo compromiso humano, vital y político. Rosa Rossi, en el documental Giulia de Xavier Juncosa que se puede visionar en esta web, señalaba que su coherencia entre ideales y vida cotidiana respondía al que ha sido un lema central de la política feminista: “Lo que es personal es político”.